jueves, 23 de octubre de 2025

Margaritas (Fredric Brown)







El doctor Michaelson estaba enseñando a su mujer, cuyo nombre era señora Michaelson, su combinación de laboratorio e invernadero. Era la primera vez en muchos meses que ella visitaba. Había equipo nuevo.


-¿Entonces hablabas en serio, John -le preguntó ella finalmente-, cuando me dijiste que estabas experimentando en la comunicación con flores? Pensé que bromeabas.


-No del todo -dijo el doctor Michaelson-. Al contrario de lo que piensa la gente, las flores tienen un cierto grado de inteligencia.


-¡Pero seguramente no pueden hablar!


-No como hablamos nosotros. Pero al contrario de lo que piensa la gente, se comunican. Telepáticamente, eso sí, y en imágenes pensadas, no en palabras.


-Entre ellas quizás, pero seguramente…


-Al contrario de lo que piensa la gente, querida, incluso la comunicación humano-floral es posible, aunque hasta ahora solo he podido establecer comunicación en una dirección. Es decir, puedo captar sus pensamientos, pero no enviarles mensajes desde mi mente a la suya.


-Pero… ¿cómo funciona, John?


-Al contrario de lo que piensa la gente -dijo su marido-, los pensamientos, tanto humanos como florales, son ondas electromagnéticas que pueden ser… Espera, será más fácil si te lo muestro, cariño.


Llamó a su ayudante que estaba trabajando al otro lado de la habitación:


-Señorita Wilson, ¿podría traer el comunicador?


La señorita Wilson trajo el comunicador. Era una cinta para la cabeza de la que salía un cable que llegaba a una barra delgada con un asa aislada. El doctor Michaelson puso la cinta alrededor de la cabeza de su esposa y la barra en su mano.


-Es muy simple de usar -le dijo-. Sujeta la barra cerca de la flor y actuará como una antena que recogerá sus pensamientos. Y así veras que al contrario de lo que piensa la gente…


Pero la señora Michaelson no estaba escuchando a su marido. Estaba sujetando la barra cerca de un tiesto de margaritas en el alféizar. Después de un momento soltó la barra y sacó un pequeño revólver de su bolso. Disparó primero a su marido y después a su ayudante, la señorita Willson.


Al contrario de lo que piensa la gente, las margaritas hablan.






Ilustración: Mikhail Afanasievich Bulgakov

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