La gracia y amor de Cristo nuestro Señor sea siempre en
nuestra ayuda y favor. Amén.
1.
Carísimos padres y hermanos en Cristo Jesús. En el año
de 1546 os escribí largamente de las islas de Ambueno, las
cuales están a 60 leguas de la ciudad de Maluco . Esta ciudad de
Maluco está poblada de portugueses , donde el rey de Portugal
tiene una fortaleza, y señorean los portugueses todas las islas que
dan clavo, y no a otras islas que dan clavo, sino estas de Maluco.
En las islas de Ambueno estuve tres meses donde hallé siete
lugares de cristianos. El tiempo que ahí estuve, me ocupé en
bautizar muchas criaturas que estaban por bautizar a falta de
padres; porque uno que tenía cargo de ellos, murió había ya
muchos días.
2.
En acabando de visitar estos lugares, y de bautizar los
niños que estaban por bautizar, llegaron siete navios a estas islas
de Ambueno de portugueses, y entre ellos algunos castellanos que
vinieron de las Indias del emperador a descubrir nuevas tierras8.
Estuvieron en Ambueno toda esta gente tres meses . En este tiem
po tuve muchas ocupaciones espirituales en predicar los domingos
y fiestas, en confesiones continuas, en hacer amistades y visitar
los dolientes. Eran de manera las ocupaciones que para estar
entre gente no santan y de guerra, no esperaba hallar tantos
frutos de paz; porque a poder estar en 7 lugares, en todos ellos
hallara ocupaciones espirituales. Alabado sea Dios para siempre
jamás, pues comunica tanto su paz a las personas que hacen cuasi
profesión de no querer paz con Dios ni menos con sus prójimos.
Pasados estos tres meses, se partieron estos 7 navios para la
India del rey de Portugal y yo me partí para la ciudad de
Maluco, donde estuve tres mesesu. En este tiempo me ocupé
en esta ciudad en predicar los domingos y fiestas todas y confesar
continuadamente; todos los días enseñaba a los niños y cristianos
nuevamente convertidos a nuestra fe la doctrina cristiana; y
todos los domingos y fiestas, después de comer, predicaba a los
nuevamente convertidos a nuestra fe el Credo, en cada día de
fiesta un artículo de la fe. De manera que todos los días de guar
dar hacía dos predicaciones, una en la misa a los portugueses y
otra a los nuevamente convertidos, después de comer.
3.
Era para dar gracias a nuestro Señor el fruto que Dios
hacía en imprimir en los corazones de sus criaturas cantares de
su loor y alabanza en gente nuevamente convertida a su fe. Era
de manera en Maluco, que por las plazas los niños, y en las casas,
de día y de noche, las niñas y mujeres, y en los campos los la
bradores, y en la mar los pescadores, en lugar de vanas canciones
cantaban santos cantares, como el Credo, Pater noster, Ave María,
mandamientos, obras de misericordia, y la confesión general, y
otras muchas oraciones todas en lenguaje ", de manera que todos
las entendían, así los nuevamente convertidos a nuestra fe, como
los que no lo eran. Quiso Dios nuestro Señor que en los portu
gueses de esta ciudad y en la gente natural de la tierra, así cris
tianos como infieles, que en poco tiempo encontré mucho favor
a los ojos de ellos.
4.
Pasados los tres meses, partí de esta ciudad de Maluco
para unas islas que están 60 leguas de Maluco, que se llaman las
islas del Moro ", porque en éstas había muchos lugares de cris
tianos y eran pasados muchos días que no eran visitados, así
por estar muy apartados de la India, como por haber muerto los
naturales de la tierra un Padre que allá fué. En aquellas islas
bauticé muchas criaturas que hallé por bautizar, y estuve en ellas
tres meses y visité en este tiempo todos los lugares de cristia
nos; consoléme mucho con ellos y ellos conmigo.
Estas islas son muy peligrosas por causa de las muchas gue
rras que hay entre ellos. Es gente bárbara, carecen de escrituras,
no saben leer ni escribir. Es gente que dan ponzoña a los que mal
quieren, y de esta manera matan a muchos. Es tierra muy fragosa:
todas son sierras y mucho trabajosas de andar. Carecen de mante
nimientos corporales. Trigo, vino de uvas no saben qué cosa es.
Carnes ni ganados ningunos hay, sino algunos puercos, por gran
de maravilla. Puercos monteses hay muchos. Muchos lugares ca
recen de aguas buenas para beber. Hay arroz en abundancia y
muchos árboles que se llaman sagueros, que dan pan y vino,
y otros árboles que de su corteza hacen vestidos, con que todos
se visten. Esta cuenta os doy para que sepáis cuan abundosas
islas son éstas de consolaciones espirituales: porque todos estos
peligros y trabajos, voluntariosamente tomados por sólo amor y
servicio de Dios nuestro Señor, son tesoros abundosos de grandes
consolaciones espirituales, en tanta manera, que son islas muy
dispuestas y aparejadas para un hombre en pocos años perder la
vista de los ojos corporales con abundancia de lágrimas conso
lativas. Nunca me acuerdo haber tenido tantas y tan continuas
consolaciones espirituales, como en estas islas, con tan poco sen
timiento de trabajos corporales; andar continuamente en islas
cercadas de enemigos, y pobladas de amigos no muy fijos, y en
tierras que de todos remedios para las enfermedades corporales
carecen, y cuasi de todas ayudas de causas segundas para conser
vación de la vida. Mejor es llamarlas islas de esperar en Dios,
que no islas de Moro.
5.
Hay en estas islas una gente que se llaman tavaros. Son
gentiles, los cuales ponen toda su felicidad en matar los que
pueden, y dicen que muchas veces matan sus hijos o mujeres
cuando no hallan que matar. Estos matan muchos cristianos.
La causa es porque en esta misma isla hay una sierra que continuamente echa fuego
de sí y mucha ceniza. Dicen los de la tierra que el grande
fuego que debajo está, quema las sierras de piedra que están
debajo de tierra; y esto parece ser verdad, porque muchas veces
se acontece salir en fuegos piedras tan grandes como grandísimos
árboles. Y cuando hace grande viento, echan los vientos de aque
lla sierra tanta ceniza para bajo, que los hombres y mujeres que
están trabajando en los campos, cuando vienen a sus casas, vienen
todos llenos de ceniza, que no les parece sino los ojos y narices y
boca, que parecen más demonios que hombres. Esto me dijeron
los naturales de la tierra, porque yo no lo vi. El tiempo que ahí
estuve, no fueron estas tormentas de viento. Más me dijeron, que
cuando aquellos vientos reinan, que la mucha ceniza que los vien
tos consigo traen, ciega y mata muchos puercos monteses, porque
pasados los vientos los hallan muertos.
6.
Y también me dijeron los de la tierra, que cuando estos
tiempos cursan, que hallan a la orilla de la mar muchos pescados
muertos, y esto que lo causaba la mucha ceniza que los vientos
traen de aquella sierra; y que los pescados que bebían agua
mezclada con tal ceniza, morían. Y cuando ellos me preguntaban
qué era aquello, les decía que era un infierno, adonde iban todos
los que adoraban en ídolos. Era el tremor de la tierra tan grande,
que un día de San Miguel, estando en la iglesia diciendo misa,
tremó tanto la tierra, que tenía miedo que no cayese el altar:
tal vez San Miguel, por virtud divina, los demonios de aquellas
partes que impedían el servicio de Dios, los ponía y mandaba
que sé fuesen al infierno.
7.
Después de haber visitado todos los lugares de cristianos
de estas islas, torné otra vez para Maluco, donde estuve otros
tres meses, predicando dos veces todos los domingos y fiestas, una
por la mañana a los portugueses, y otra después de comer a los
cristianos de la tierra, confesando continuadamente por la mañana
y por la tarde y a mediodía, enseñando todos los días la doctri
na cristiana; y después de la doctrina cristiana acabada, en los
domingos y fiestas predicaba a los cristianos de la tierra los ar
tículos de la fe, guardando esta orden: que en cada fiesta decla
raba un artículo de la fe, reprendiéndolos mucho de las idolatrías
pasadas. En estos tres meses que estuve en Maluco de esta segunda
vez, predicaba los miércoles y los viernes a las mujeres de los
portugueses solamente, las cuales eran naturales de la tierra, y les
predicaba sobre los artículos de la fe, y mandamientos, y sa
cramentos de la confesión y comunión, porque en este tiempo
era Cuaresma, y así por la Pascua: muchas se comulgaron, que
antes no se comulgaban.
Con ayuda de Dios nuestro Señor en estos seis meses que
estuve en Maluco, se hizo mucho fruto, así en los portugueses
y sus mujeres, hijos y hijas, como en los cristianos de la tierra.
8.
Acabada la Cuaresma, con mucho amor de todos, así de
los cristianos como de los infieles, partí de Maluco para Malaca.
Por la mar no me faltaron ocupaciones. Y en unas islas en que
hallé cuatro navios, estuve con ellos en tierra algunos 15 ó 20
días, donde les prediqué tres veces, confesé a muchos, y hice
muchas paces. Cuando me partí de Maluco, por evitar lloros y
plantos de mis devotos, amigos y amigas, en la despedida, me
embarqué cuasi a media noche. Esto no me bastó para los poder
evitar, porque no me podía esconder de ellos; de manera que la
noche y el apartamiento de mis hijos y hijas espirituales me ayu
daron a sentir alguna falta que, por aventura, mi ausencia les
podría hacer para la salvación de sus ánimas.
9.
Dejé ordenado antes que de Maluco partiese, cómo todos
los días se continuase la doctrina cristiana en una iglesia, y una
Declaración que en breve hice sobre los artículos de la fe, se
continuasen, y la supiesen en lugar de oraciones los nuevamente
convertidos a nuestra fe. Un padre clérigo, devoto y amigo mío,
quedó que en mi ausencia los enseñaría todos los días dos horas,
y un día en la semana predicar a las mujeres de los portugue
ses sobre los artículos de la fe, y sacramentos de confesión y
comunión.
Y también el tiempo que estuve en Maluco, ordené que todas
las noches por las plazas se encomendasen las almas del purga
torio, y después todos aquellos que viven en pecado mortal; y
esto causaba mucha devoción y perseverancia en los buenos y
temor y espanto en los malos. Y así eligieron un hombre los de
la ciudad, vestido en hábitos de la Misericordia 40, que todas las
noches, con una linterna en la mano y una campana en la otra,
anduviese por las plazas, y de cuando en cuando se parase enco
mendando con grandes voces las ánimas de los fieles cristianos
que están en el purgatorio, y después por la misma orden las
ánimas de todos aquellos que perseveran en pecados mortales,
sin querer salir de ellos, de los cuales se puede bien decir:
"Sean borrados del libro de los vivientes y no sean inscritos en
tre los justos ".
10.
El rey de Maluco es moro y vasallo del rey de Por
tugal, y hónrase mucho de lo ser, y cuando en él habla, lo llama
"el rey de Portugal mi señor". Habla este rey muy bien portu
gués. Y las principales islas de Maluco son de moros. Maluco
no es tierra firme, son todas islas. Deja el rey de ser cristiano
por no querer dejar los vicios carnales, y no por ser devoto de
Mahoma. No tiene otra cosa de moro sino ser de pequeño cir
cuncidado, y después de grande ser cien veces casado, porque
tiene cien mujeres principales y otras muchas menos principa
les. Los moros de aquellas partes no tienen doctrina de la secta
de Mahoma; carecen de alfaquis, y los que son, saben muy poco,
y cuasi todos extranjeros.
11.
Este rey me mostraba muchas amistades, en tanto que
los moros principales de su reino le tenían a mal; deseaba que
yo fuese su amigo, dándome esperanzas que en algún tiempo se
haría cristiano: quería que lo amase con esta tacha de moro,
diciéndome que cristianos y moros teníamos un Dios común, y
que en algún tiempo todos seríamos unos. Holgaba mucho cuando
lo visitaba; nunca pude acabar con él que fuese cristiano. Pro
metióme que haría uno de sus hijos cristiano, de muchos que
tiene, con esta condición, que después de cristiano fuese rey de
las islas del Moro. De aquí a tres meses, Dios nuestro señor
queriendo, le mandará el gobernador de la India todos los des
pachos que le manda pedir, para que su hijo, después de cristiano,
sea rey de las islas del Moro ".
12.
En el año de 1546 escribí de Ambueno, antes que par
tiese para Maluco, a los de la Compañía que aquel año vinieron
de Portugal, que para el año de 1547, en las naos que partiesen
de la India para Malaca, viniesen para aquellas partes algunos
de ellos, y así lo hicieron. De manera que partieron de la India
para Malaca tres de la Compañía, dos de misa, Joan de Beira
y el padre Ribeiro, y Nicolás, lego, los cuales hallé en Malaca,
cuando de Maluco venía para Malaca. Con ellos recebí mucha
consolación un mes que estuvimos juntos, en ver que eran sier
vos de Dios, y personas que en aquellas partes de Maluco habían
de servir mucho a Dios nuestro Señor. Ellos partieron de Malaca
para Maluco en el mes de agosto del año de 1547. Es navegación
de dos meses. Diles este tiempo, que con ellos estuve en Malaca,
larga información de la tierra de Maluco, de la manera que se
había de hacer en ella, conforme a la experiencia que de ella
tenía. Están tan lejos de la India, que no podemos haber nuevas
de ellos sino una vez en el año. Mucho les encomendé que es
cribiesen todos los años muy largamente para Roma, dando cuen
ta menudamente de todo el servicio que a Dios nuestro Señor
hacen en aquellas partes, y de la disposición que en ellas hay;
y así quedamos que lo habían de hacer.
13.
En Malaca estuve 4 meses esperando tiempo para
navegar y venir a la India. En estos 4 meses tuve muchas ocu
paciones, espirituales todas: predicaba dos veces todos los do
mingos y fiestas, a los portugueses por la mañana en la misa, y
después de comer a los cristianos de la tierra, declarando en cada
fiesta a los nuevamente cristianos un artículo de la fe. Acudía
tanta gente, que fue necesario ir a la iglesia mayor de la ciudad.
En confesiones continuas era muy ocupado; tanto que, por no
poder cumplir con todos, estaban muchos mal conmigo; y por
ser éstas unas enemistades fundadas en un aborrecimiento de
pecados, no me escandalizaba de ellos, mas antes me edificaban
viendo sus santos propósitos. Los domingos y fiestas eran muchos
los que se comulgaban.
Todos los días después de comer enseñaba la doctrina cris
tiana. A esta doctrina acudía mucha gente. Venían los hijos y
hijas de los portugueses, mujeres y hombres de la tierra nueva
mente convertidos a nuestra fe; y la causa por que venían
muchos paréceme que era, porque siempre les declaraba alguna
parte del Credo. En este tiempo fui muy ocupado en hacer mu
chas amistades, por causa que los portugueses de la India son
muy belicosos. Acabada de enseñar la doctrina cristiana, enseñaba
a los niños y a la gente cristiana de la tierra una Declaración,
que hice sobre cada artículo de la fe en lenguaje que todos en
tienden Si, conformándome con las capacidades de lo que pueden
alcanzar a entender los naturales de la tierra, nuevamente con
vertidos a nuestra santa fe. Y esta Declaración, en lugar de ora
ciones, les enseñaba así en Malaca como lo hice en Maluco, para
hacer en ellos firme fundamento de creer bien y verdaderamente
en Jesucristo, dejando de creer en vanos ídolos. Esta Declaración
se puede enseñar en un año, enseñando cada día un poco, 20
palabras que pueden bien decorar. Después que van entendiendo
la historia del advenimiento de Jesucristo, y repetidas muchas
veces estas declaraciones sobre el Credo, quedan más fijas en la
memoria; y de esta manera vienen en conoscimiento de la ver
dad, y aborrescimiento de las vanas ficciones que los gentiles
pasados y presentes escriben de sus ídolos y de sus hechicerías.
14.
En esta ciudad dejé muy encomendado a un padre de
misa, que enseñase aquella doctrina todos los días de la manera
que yo enseñaba, y así me lo prometió de hacer. Espero en Dios
nuestro Señor que lo llevará adelante.
Fui muy requerido a mi partida de todos los principales de
Malaca, para que fuesen allá dos de la Compañía a predicar a ellos
y a sus mujeres y cristianos de la tierra, y a enseñar la doctrina
cristiana a sus hijos y hijas, y a todos sus esclavos y esclavas, de
la manera que yo hacía. Fui tan importunado de ellos, y veo que
es tanto servicio de Dios nuestro Señor, y una deuda que les
debemos todos, por lo mucho que aman a nuestra Compañía, que
me parece que tengo de hacer todo lo posible para que vayan
dos de la Compañía este mes de abril del año de 1548, porque
en este tiempo parten los navios de la India para Malaca y para
Maluco.
15.
Estando en esta ciudad de Malaca, me dieron grandes
nuevas unos mercaderes portugueses, hombres de mucho crédito,
de unas islas muy grandes, de poco tiempo a esta parte descu
biertas, las cuales se llaman las islas de Japón, donde, según pa
recer de ellos, se haría mucho fruto en acrecentar nuestra santa
fe, más que en ningunas otras partes de la India, por ser ella
una gente deseosa de saber en grande manera, lo que no tienen
estos gentiles de la India.
Vino con estos mercaderes portugueses un japón, llamado por
nombre Angeró, en busca mía, por cuanto los portugueses que
allá fueron de Malaca, le hablaron de mí. Este Angeró venía con
deseo de confesarse conmigo, por cuanto dio parte a los portu
gueses de ciertos pecados que en su juventud tenía hechos, pi
diéndoles remedio para que Dios nuestro Señor le perdonase tan
graves pecados. Diéronle por consejo los portugueses que viniese
a Malaca con ellos a verse conmigo, y así lo hizo, viniendo a
Malaca con ellos; y cuando él vino a Malaca, era yo partido para
Maluco, de manera que se tornó a embarcar para ir a su tierra
de Japón, como supo que yo era ido para Maluco. Estando ya a
vista de las islas de Japón, dioles una tormenta tan grande de
vientos, que se hubieron de perder. Tornó entonces otra vez el
navio en que iba, camino de Malaca, donde me halló, y holgó
mucho conmigo y me vino a buscar con muchos deseos de saber
cosas de nuestra ley. El sabe hablar portugués razonadamente,
de manera que él me entendía todo lo que yo le decía, y yo a él
lo que me hablaba.
16.
Si así son todos los japoneses tan curiosos de saber como
Angeró, paréceme que es gente más curiosa de cuantas tierras son
descubiertas. Este Angeró escribía los artículos de la fe cuando
venía a la doctrina cristiana. Y iba muchas veces a la iglesia a
rezar: hacíame muchas preguntas; es hombre muy deseoso de
saber, que es señal de un hombre se aprovechar mucho, y de venir
en poco tiempo en conoscimiento de la verdad. De ahí a ocho
días que Angeró llegó a Malaca, partí para la India, y holgara
mucho que viniera este japón en la nao en que yo venía; mas
por el conoscimiento que tenía con otros portugueses que venían
a la India, no le pareció bien dejar la compañía, de la cual tenía
recebidas muchas honras y amistades. Espero en Cochín por él
de aquí a 10 días.
17.
Pregunté a Angeró, si yo fuese con él a su tierra, si se
harían cristianos los de Japón. Respondióme que los de su tierra no se harían
cristianos luego, diciéndome que primero me
harían muchas preguntas, y verían lo que les respondía y lo que
yo entendía, y sobre todo si vivía conforme a lo que hablaba;
y si hiciese dos cosas, hablar bien y satisfacer a sus preguntas, y
vivir sin que me hallasen en qué me reprender, que en medio
año, después que tuviesen experiencia de mí, el rey y la gente
noble, y toda otra gente de discreción se harían cristianos, dicien
do que ellos no son gentes que se rigen sino por razón.
18.
A un mercader portugués, amigo mío, que estuvo en
Japón muchos días en la tierra de Angeró, le rogué que me
diese por escrito alguna información de aquella tierra y de la
gente de ella, de lo que había visto y oído a personas que le
parecía que hablaban verdad. El me dio esta información tan
menuda por escrito, la cual os envío con esta carta mía. Todos
los mercaderes portugueses que vienen de Japón, me dicen que,
si yo allá fuese, haría mucho servicio a Dios nuestro Señor, más
que con los gentiles de la India, por ser gente de mucha razón.
Paréceme, por lo que voy sintiendo dentro en mi ánima, que yo,
o alguno de la Compañía, antes de dos años iremos a Japón,
aunque sea viaje de muchos peligros, así de tormentas grandes
y de ladrones chinos que andan por aquel mar a hurtar, donde
se pierden muchos navios.
19
Por tanto rogad a Dios nuestro Señor, carísimos padres
y hermanos, por los que allá fueren, porque es una navegación
donde muchos navegantes se pierden. En este tiempo Angeró
aprenderá más la lengua portuguesa, y verá la India y los portu
gueses que en ella hay, y nuestra arte y modo de vivir; y en este
tiempo catequizarlo hemos, y sacaremos toda la doctrina cristiana
en lengua de Japón, con una declaración sobre los artículos de
la fe, que trata la historia del advenimiento de Jesucristo nuestro
Señor copiosamente, porque Angeró sabe muy bien escribir letra
de Japón.
20.
Ocho días ha que llegué en la India, y hasta agora no
me he visto con los padres de la Compañía, y por esta razón
no escribo de ellos ni del fruto que en estas partes tienen hecho
después que llegaron. Paréceme que ellos os escriben largamente.
En este viaje de Malaca para la India pasamos muchos pe
ligros de grandes tormentas, tres días con tres noches, mayores
de los que nunca me vi en la mar. Muchos fueron los que llora
ron en vida sus muertes, con prometimientos grandes de jamás
navegar, si Dios nuestro Señor de ésta los librase. Todo lo que
pudimos echar en el mar, echamos por salvar las vidas.
21.
Estando en la mayor fuerza de la tormenta, me enco
mendé a Dios nuestro Señor, comenzando de tomar primero por
valedores en la tierra todos los de la bendita Compañía de Jesús
con todos los devotos de ella; y con tanto favor y ayuda, entre
gúeme todo en las devotísimas oraciones de la esposa de Jesu
cristo, que es la santa madre Iglesia, la cual delante de su esposo
Jesucristo, estando en la tierra, es continuadamente oída en el
cielo. No me descuidé de tomar por valedores todos los santos
de la gloria del paraíso, comenzando primero por aquellos que
en esta vida fueron de la santa Compañía de Jesús, tomando pri
meramente por valedora la beata ánima del padre Fabro, con
todas las demás que en vida fueron de la Compañía. Nunca
podría acabar de escrebir las consolaciones que recibo, cuando
por los de la Compañía, así de los que viven como de los que
reinan en el cielo, me encomiendo a Dios nuestro Señor. Entre
gúeme, puesto en todo peligro, a todos los ángeles, procediendo
por las nueve órdenes de ellos, y juntamente a todos los patriar
cas, profetas, apóstoles, evangelistas, mártires, confesores, vírge
nes, con todos los santos del cielo; y para más firmeza de poder
alcanzar perdón de mis infinitísimos pecados, tomé por valedora
a la gloriosa Virgen nuestra Señora, pues en el cielo donde está,
todo lo que a Dios nuestro Señor pide le otorga. Y finalmente,
puesta toda mi esperanza en los infinitísimos merecimientos de
la muerte y pasión de Jesucristo nuestro Redentor y Señor, con
todos estos favores y ayudas hálleme tan consolado en esta tor
menta, tal vez más de lo que fui después de ser libre de ella.
Hallar un grandísimo pecador lágrimas de placer y consolación
en tanta tribulación, para mí, cuando me acuerdo, es una muy
grande confusión; y así rogaba a Dios nuestro Señor en esta
tormenta que, si de ésta me librase, no fuese sino para entrar en
otras tan grandes o mayores, que fuesen de mayor servicio suyo.
Muchas veces Dios nuestro Señor me tiene dado a sentir den
tro en mi ánima, de cuántos peligros corporales y espirituales
trabajos me tiene guardado por los devotos y continuos sacrificios
y oraciones de todos aquellos que debajo de la bendita Compañía
de Jesús militan, y de los que están agora en la gloria con mucho
triunfo, los cuales en vida militaron y fueron de la dicha Com
pañía. Esta cuenta os doy, carísimos en Cristo padres y herma
nos, de lo mucho que os debo, para que me ayudéis a pagar todos,
lo que yo solo ni a Dios ni a vosotros puedo.
22.
Cuando comienzo a hablar en esta santa Compañía de
Jesús, no sé salir de tan deleitosa comunicación, ni sé acabar de
escribir. Mas veo que me es forzado acabar, sin tener voluntad
ni hallar fin para ello, por la prisa que tienen las naos. No sé
con qué mejor acabe de escribir que confesando a todos los de la
Compañía, que si alguna vez me olvidare de la Compañía del
nombre de Jesús, sea entregada al olvido mi diestra, pues por
tantas vías tengo conoscido lo mucho que debo a todos los de la
Compañía. Hízome Dios nuestro Señor tanta merced por vuestros
merecimientos, de darme, conforme a esta pobre capacidad mía,
conoscimiento de la deuda que a la santa Compañía debo; no
digo de toda, porque en mí no hay virtud, ni tanto talento, para
igual conoscimiento de deuda tan crescida; mas para evitar en
alguna manera pecado de ingratitud, hay, por la misericordia de
Dios nuestro Señor, algún conoscimiento, aunque poco. Así ceso
rogando a Dios nuestro Señor, que, pues nos juntó en su santa
Compañía en esta tan trabajosa vida por su santa misericordia,
23.
Y para que sepáis cuan apartados corporalmente estamos
unos de otros, es que, cuando en virtud de la santa obediencia
nos mandáis de Roma a los que estamos en Maluco, o a los que
fuéremos a Japón, no podéis tener respuesta de lo que nos man
dáis en menos de tres años y 9 meses: y para que sepáis que es
así como digo, os doy la razón. Cuando de Roma nos escribís a
la India, antes que recibamos vuestras cartas en la India, se pasan
ocho meses; y después que recebimos vuestras cartas, antes que
de la India partan los navios para Maluco, se pasan ocho meses
esperando tiempo: y la nao que parte de la India para Maluco,
en ir y tornar a la India, pone veinte y un mes, y esto con muy
buenos tiempos; y de la India antes que vaya la respuesta a Ro
ma, se pasan ocho meses: y esto se entiende cuando navegan
con muy buenos tiempos, porque, a acontecer algún contraste,
alargan el viaje muchas veces más de un año 70.
De Cochin, a 20 de enero de 1548.
Mínimo siervo de los siervos de la Compañía del nombre de
Jesús.
FRANCISCO.
Ilustración: Gerard van Honthorst
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