sábado, 12 de julio de 2025

Cochín, India, 20 de enero 1548 (San Francisco Javier)

 






(A sus compañeros residentes en Roma)



La gracia y amor de Cristo nuestro Señor sea siempre en 

nuestra ayuda y favor. Amén. 

1.

 Carísimos padres y hermanos en Cristo Jesús. En el año 

de 1546 os escribí largamente de las islas de Ambueno, las 

cuales están a 60 leguas de la ciudad de Maluco . Esta ciudad de 

Maluco está poblada de portugueses , donde el rey de Portugal 

tiene una fortaleza, y señorean los portugueses todas las islas que 

dan clavo, y no a otras islas que dan clavo, sino estas de Maluco.

En las islas de Ambueno estuve tres meses donde hallé siete 

lugares de cristianos. El tiempo que ahí estuve, me ocupé en 

bautizar muchas criaturas que estaban por bautizar a falta de 

padres; porque uno que tenía cargo de ellos, murió había ya 

muchos días. 

2.

 En acabando de visitar estos lugares, y de bautizar los 

niños que estaban por bautizar, llegaron siete navios a estas islas 

de Ambueno de portugueses, y entre ellos algunos castellanos que 

vinieron de las Indias del emperador a descubrir nuevas tierras8. 

Estuvieron en Ambueno toda esta gente tres meses . En este tiem

po tuve muchas ocupaciones espirituales en predicar los domingos 

y fiestas, en confesiones continuas, en hacer amistades y visitar 

los dolientes. Eran de manera las ocupaciones que para estar 

entre gente no santan y de guerra, no esperaba hallar tantos 

frutos de paz; porque a poder estar en 7 lugares, en todos ellos 

hallara ocupaciones espirituales. Alabado sea Dios para siempre 

jamás, pues comunica tanto su paz a las personas que hacen cuasi 

profesión de no querer paz con Dios ni menos con sus prójimos. 

Pasados estos tres meses, se partieron estos 7 navios para la 

India del rey de Portugal y yo me partí para la ciudad de 

Maluco, donde estuve tres mesesu. En este tiempo me ocupé 

en esta ciudad en predicar los domingos y fiestas todas y confesar 

continuadamente; todos los días enseñaba a los niños y cristianos 

nuevamente convertidos a nuestra fe la doctrina cristiana; y 

todos los domingos y fiestas, después de comer, predicaba a los 

nuevamente convertidos a nuestra fe el Credo, en cada día de 

fiesta un artículo de la fe. De manera que todos los días de guar

dar hacía dos predicaciones, una en la misa a los portugueses y 

otra a los nuevamente convertidos, después de comer. 

3.

 Era para dar gracias a nuestro Señor el fruto que Dios 

hacía en imprimir en los corazones de sus criaturas cantares de 

su loor y alabanza en gente nuevamente convertida a su fe. Era 

de manera en Maluco, que por las plazas los niños, y en las casas, 

de día y de noche, las niñas y mujeres, y en los campos los la

bradores, y en la mar los pescadores, en lugar de vanas canciones 

cantaban santos cantares, como el Credo, Pater noster, Ave María, 

mandamientos, obras de misericordia, y la confesión general, y 

otras muchas oraciones todas en lenguaje ", de manera que todos 

las entendían, así los nuevamente convertidos a nuestra fe, como 

los que no lo eran. Quiso Dios nuestro Señor que en los portu

gueses de esta ciudad y en la gente natural de la tierra, así cris

tianos como infieles, que en poco tiempo encontré mucho favor 

a los ojos de ellos. 

4.

 Pasados los tres meses, partí de esta ciudad de Maluco 

para unas islas que están 60 leguas de Maluco, que se llaman las 

islas del Moro ", porque en éstas había muchos lugares de cris

tianos y eran pasados muchos días que no eran visitados, así 

por estar muy apartados de la India, como por haber muerto los 

naturales de la tierra un Padre que allá fué. En aquellas islas 

bauticé muchas criaturas que hallé por bautizar, y estuve en ellas 

tres meses y visité en este tiempo todos los lugares de cristia

nos; consoléme mucho con ellos y ellos conmigo. 

Estas islas son muy peligrosas por causa de las muchas gue

rras que hay entre ellos. Es gente bárbara, carecen de escrituras, 

no saben leer ni escribir. Es gente que dan ponzoña a los que mal 

quieren, y de esta manera matan a muchos. Es tierra muy fragosa: 

todas son sierras y mucho trabajosas de andar. Carecen de mante

nimientos corporales. Trigo, vino de uvas no saben qué cosa es. 

Carnes ni ganados ningunos hay, sino algunos puercos, por gran

de maravilla. Puercos monteses hay muchos. Muchos lugares ca

recen de aguas buenas para beber. Hay arroz en abundancia y 

muchos árboles que se llaman sagueros, que dan pan y vino,

y otros árboles que de su corteza hacen vestidos, con que todos 

se visten. Esta cuenta os doy para que sepáis cuan abundosas 

islas son éstas de consolaciones espirituales: porque todos estos 

peligros y trabajos, voluntariosamente tomados por sólo amor y 

servicio de Dios nuestro Señor, son tesoros abundosos de grandes 

consolaciones espirituales, en tanta manera, que son islas muy 

dispuestas y aparejadas para un hombre en pocos años perder la 

vista de los ojos corporales con abundancia de lágrimas conso

lativas. Nunca me acuerdo haber tenido tantas y tan continuas 

consolaciones espirituales, como en estas islas, con tan poco sen

timiento de trabajos corporales; andar continuamente en islas 

cercadas de enemigos, y pobladas de amigos no muy fijos, y en 

tierras que de todos remedios para las enfermedades corporales 

carecen, y cuasi de todas ayudas de causas segundas para conser

vación de la vida. Mejor es llamarlas islas de esperar en Dios, 

que no islas de Moro. 

5.

 Hay en estas islas una gente que se llaman tavaros. Son 

gentiles, los cuales ponen toda su felicidad en matar los que 

pueden, y dicen que muchas veces matan sus hijos o mujeres 

cuando no hallan que matar. Estos matan muchos cristianos. 

La causa es porque en esta misma isla hay una sierra que continuamente echa fuego 

de sí y mucha ceniza. Dicen los de la tierra que el grande 

fuego que debajo está, quema las sierras de piedra que están 

debajo de tierra; y esto parece ser verdad, porque muchas veces 

se acontece salir en fuegos piedras tan grandes como grandísimos 

árboles. Y cuando hace grande viento, echan los vientos de aque

lla sierra tanta ceniza para bajo, que los hombres y mujeres que 

están trabajando en los campos, cuando vienen a sus casas, vienen 

todos llenos de ceniza, que no les parece sino los ojos y narices y 

boca, que parecen más demonios que hombres. Esto me dijeron 

los naturales de la tierra, porque yo no lo vi. El tiempo que ahí 

estuve, no fueron estas tormentas de viento. Más me dijeron, que 

cuando aquellos vientos reinan, que la mucha ceniza que los vien

tos consigo traen, ciega y mata muchos puercos monteses, porque 

pasados los vientos los hallan muertos. 

6.

 Y también me dijeron los de la tierra, que cuando estos 

tiempos cursan, que hallan a la orilla de la mar muchos pescados 

muertos, y esto que lo causaba la mucha ceniza que los vientos 

traen de aquella sierra; y que los pescados que bebían agua 

mezclada con tal ceniza, morían. Y cuando ellos me preguntaban 

qué era aquello, les decía que era un infierno, adonde iban todos 

los que adoraban en ídolos. Era el tremor de la tierra tan grande, 

que un día de San Miguel, estando en la iglesia diciendo misa, 

tremó tanto la tierra, que tenía miedo que no cayese el altar: 

tal vez San Miguel, por virtud divina, los demonios de aquellas 

partes que impedían el servicio de Dios, los ponía y mandaba 

que sé fuesen al infierno. 

7.

 Después de haber visitado todos los lugares de cristianos 

de estas islas, torné otra vez para Maluco, donde estuve otros 

tres meses, predicando dos veces todos los domingos y fiestas, una 

por la mañana a los portugueses, y otra después de comer a los 

cristianos de la tierra, confesando continuadamente por la mañana 

y por la tarde y a mediodía, enseñando todos los días la doctri

na cristiana; y después de la doctrina cristiana acabada, en los 

domingos y fiestas predicaba a los cristianos de la tierra los ar

tículos de la fe, guardando esta orden: que en cada fiesta decla

raba un artículo de la fe, reprendiéndolos mucho de las idolatrías 

pasadas. En estos tres meses que estuve en Maluco de esta segunda 

vez, predicaba los miércoles y los viernes a las mujeres de los 

portugueses solamente, las cuales eran naturales de la tierra, y les 

predicaba sobre los artículos de la fe, y mandamientos, y sa

cramentos de la confesión y comunión, porque en este tiempo 

era Cuaresma, y así por la Pascua: muchas se comulgaron, que 

antes no se comulgaban. 

Con ayuda de Dios nuestro Señor en estos seis meses que 

estuve en Maluco, se hizo mucho fruto, así en los portugueses 

y sus mujeres, hijos y hijas, como en los cristianos de la tierra. 

8.

Acabada la Cuaresma, con mucho amor de todos, así de 

los cristianos como de los infieles, partí de Maluco para Malaca. 

Por la mar no me faltaron ocupaciones. Y en unas islas en que 

hallé cuatro navios, estuve con ellos en tierra algunos 15 ó 20 

días, donde les prediqué tres veces, confesé a muchos, y hice 

muchas paces. Cuando me partí de Maluco, por evitar lloros y 

plantos de mis devotos, amigos y amigas, en la despedida, me 

embarqué cuasi a media noche. Esto no me bastó para los poder 

evitar, porque no me podía esconder de ellos; de manera que la 

noche y el apartamiento de mis hijos y hijas espirituales me ayu

daron a sentir alguna falta que, por aventura, mi ausencia les 

podría hacer para la salvación de sus ánimas. 

9. 

Dejé ordenado antes que de Maluco partiese, cómo todos 

los días se continuase la doctrina cristiana en una iglesia, y una 

Declaración que en breve hice sobre los artículos de la fe, se 

continuasen, y la supiesen en lugar de oraciones los nuevamente 

convertidos a nuestra fe. Un padre clérigo, devoto y amigo mío, 

quedó que en mi ausencia los enseñaría todos los días dos horas, 

y un día en la semana predicar a las mujeres de los portugue

ses sobre los artículos de la fe, y sacramentos de confesión y 

comunión. 

Y también el tiempo que estuve en Maluco, ordené que todas 

las noches por las plazas se encomendasen las almas del purga

torio, y después todos aquellos que viven en pecado mortal; y 

esto causaba mucha devoción y perseverancia en los buenos y 

temor y espanto en los malos. Y así eligieron un hombre los de 

la ciudad, vestido en hábitos de la Misericordia 40, que todas las 

noches, con una linterna en la mano y una campana en la otra, 

anduviese por las plazas, y de cuando en cuando se parase enco

mendando con grandes voces las ánimas de los fieles cristianos 

que están en el purgatorio, y después por la misma orden las 

ánimas de todos aquellos que perseveran en pecados mortales, 

sin querer salir de ellos, de los cuales se puede bien decir: 

"Sean borrados del libro de los vivientes y no sean inscritos en

tre los justos ". 

10.

 El rey de Maluco es moro y vasallo del rey de Por

tugal, y hónrase mucho de lo ser, y cuando en él habla, lo llama 

"el rey de Portugal mi señor". Habla este rey muy bien portu

gués. Y las principales islas de Maluco son de moros. Maluco 

no es tierra firme, son todas islas. Deja el rey de ser cristiano 

por no querer dejar los vicios carnales, y no por ser devoto de 

Mahoma. No tiene otra cosa de moro sino ser de pequeño cir

cuncidado, y después de grande ser cien veces casado, porque 

tiene cien mujeres principales y otras muchas menos principa

les. Los moros de aquellas partes no tienen doctrina de la secta 

de Mahoma; carecen de alfaquis, y los que son, saben muy poco, 

y cuasi todos extranjeros. 

11.

 Este rey me mostraba muchas amistades, en tanto que 

los moros principales de su reino le tenían a mal; deseaba que 

yo fuese su amigo, dándome esperanzas que en algún tiempo se 

haría cristiano: quería que lo amase con esta tacha de moro, 

diciéndome que cristianos y moros teníamos un Dios común, y 

que en algún tiempo todos seríamos unos. Holgaba mucho cuando 

lo visitaba; nunca pude acabar con él que fuese cristiano. Pro

metióme que haría uno de sus hijos cristiano, de muchos que 

tiene, con esta condición, que después de cristiano fuese rey de 

las islas del Moro. De aquí a tres meses, Dios nuestro señor 

queriendo, le mandará el gobernador de la India todos los des

pachos que le manda pedir, para que su hijo, después de cristiano, 

sea rey de las islas del Moro ". 

12.

 En el año de 1546 escribí de Ambueno, antes que par

tiese para Maluco, a los de la Compañía que aquel año vinieron 

de Portugal, que para el año de 1547, en las naos que partiesen 

de la India para Malaca, viniesen para aquellas partes algunos 

de ellos, y así lo hicieron. De manera que partieron de la India 

para Malaca tres de la Compañía, dos de misa, Joan de Beira 

y el padre Ribeiro, y Nicolás, lego, los cuales hallé en Malaca, 

cuando de Maluco venía para Malaca. Con ellos recebí mucha 

consolación un mes que estuvimos juntos, en ver que eran sier

vos de Dios, y personas que en aquellas partes de Maluco habían 

de servir mucho a Dios nuestro Señor. Ellos partieron de Malaca 

para Maluco en el mes de agosto del año de 1547. Es navegación 

de dos meses. Diles este tiempo, que con ellos estuve en Malaca, 

larga información de la tierra de Maluco, de la manera que se 

había de hacer en ella, conforme a la experiencia que de ella 

tenía. Están tan lejos de la India, que no podemos haber nuevas 

de ellos sino una vez en el año. Mucho les encomendé que es

cribiesen todos los años muy largamente para Roma, dando cuen

ta menudamente de todo el servicio que a Dios nuestro Señor 

hacen en aquellas partes, y de la disposición que en ellas hay; 

y así quedamos que lo habían de hacer. 

13.

 En Malaca estuve 4 meses esperando tiempo para 

navegar y venir a la India. En estos 4 meses tuve muchas ocu

paciones, espirituales todas: predicaba dos veces todos los do

mingos y fiestas, a los portugueses por la mañana en la misa, y 

después de comer a los cristianos de la tierra, declarando en cada 

fiesta a los nuevamente cristianos un artículo de la fe. Acudía 

tanta gente, que fue necesario ir a la iglesia mayor de la ciudad. 

En confesiones continuas era muy ocupado; tanto que, por no 

poder cumplir con todos, estaban muchos mal conmigo; y por 

ser éstas unas enemistades fundadas en un aborrecimiento de 

pecados, no me escandalizaba de ellos, mas antes me edificaban 

viendo sus santos propósitos. Los domingos y fiestas eran muchos 

los que se comulgaban. 

Todos los días después de comer enseñaba la doctrina cris

tiana. A esta doctrina acudía mucha gente. Venían los hijos y 

hijas de los portugueses, mujeres y hombres de la tierra nueva

mente convertidos a nuestra fe; y la causa por que venían 

muchos paréceme que era, porque siempre les declaraba alguna 

parte del Credo. En este tiempo fui muy ocupado en hacer mu

chas amistades, por causa que los portugueses de la India son 

muy belicosos. Acabada de enseñar la doctrina cristiana, enseñaba 

a los niños y a la gente cristiana de la tierra una Declaración, 

que hice sobre cada artículo de la fe en lenguaje que todos en

tienden Si, conformándome con las capacidades de lo que pueden 

alcanzar a entender los naturales de la tierra, nuevamente con

vertidos a nuestra santa fe. Y esta Declaración, en lugar de ora

ciones, les enseñaba así en Malaca como lo hice en Maluco, para 

hacer en ellos firme fundamento de creer bien y verdaderamente 

en Jesucristo, dejando de creer en vanos ídolos. Esta Declaración 

se puede enseñar en un año, enseñando cada día un poco, 20 

palabras que pueden bien decorar. Después que van entendiendo 

la historia del advenimiento de Jesucristo, y repetidas muchas 

veces estas declaraciones sobre el Credo, quedan más fijas en la 

memoria; y de esta manera vienen en conoscimiento de la ver

dad, y aborrescimiento de las vanas ficciones que los gentiles 

pasados y presentes escriben de sus ídolos y de sus hechicerías. 

14.

 En esta ciudad dejé muy encomendado a un padre de 

misa, que enseñase aquella doctrina todos los días de la manera 

que yo enseñaba, y así me lo prometió de hacer. Espero en Dios 

nuestro Señor que lo llevará adelante. 

Fui muy requerido a mi partida de todos los principales de 

Malaca, para que fuesen allá dos de la Compañía a predicar a ellos 

y a sus mujeres y cristianos de la tierra, y a enseñar la doctrina 

cristiana a sus hijos y hijas, y a todos sus esclavos y esclavas, de 

la manera que yo hacía. Fui tan importunado de ellos, y veo que 

es tanto servicio de Dios nuestro Señor, y una deuda que les 

debemos todos, por lo mucho que aman a nuestra Compañía, que 

me parece que tengo de hacer todo lo posible para que vayan 

dos de la Compañía este mes de abril del año de 1548, porque 

en este tiempo parten los navios de la India para Malaca y para 

Maluco. 

15.

 Estando en esta ciudad de Malaca, me dieron grandes 

nuevas unos mercaderes portugueses, hombres de mucho crédito, 

de unas islas muy grandes, de poco tiempo a esta parte descu

biertas, las cuales se llaman las islas de Japón, donde, según pa

recer de ellos, se haría mucho fruto en acrecentar nuestra santa 

fe, más que en ningunas otras partes de la India, por ser ella 

una gente deseosa de saber en grande manera, lo que no tienen 

estos gentiles de la India. 

Vino con estos mercaderes portugueses un japón, llamado por 

nombre Angeró, en busca mía, por cuanto los portugueses que 

allá fueron de Malaca, le hablaron de mí. Este Angeró venía con 

deseo de confesarse conmigo, por cuanto dio parte a los portu

gueses de ciertos pecados que en su juventud tenía hechos, pi

diéndoles remedio para que Dios nuestro Señor le perdonase tan 

graves pecados. Diéronle por consejo los portugueses que viniese 

a Malaca con ellos a verse conmigo, y así lo hizo, viniendo a 

Malaca con ellos; y cuando él vino a Malaca, era yo partido para 

Maluco, de manera que se tornó a embarcar para ir a su tierra 

de Japón, como supo que yo era ido para Maluco. Estando ya a 

vista de las islas de Japón, dioles una tormenta tan grande de 

vientos, que se hubieron de perder. Tornó entonces otra vez el 

navio en que iba, camino de Malaca, donde me halló, y holgó 

mucho conmigo y me vino a buscar con muchos deseos de saber 

cosas de nuestra ley. El sabe hablar portugués razonadamente, 

de manera que él me entendía todo lo que yo le decía, y yo a él 

lo que me hablaba. 

16.

 Si así son todos los japoneses tan curiosos de saber como 

Angeró, paréceme que es gente más curiosa de cuantas tierras son 

descubiertas. Este Angeró escribía los artículos de la fe cuando 

venía a la doctrina cristiana. Y iba muchas veces a la iglesia a 

rezar: hacíame muchas preguntas; es hombre muy deseoso de 

saber, que es señal de un hombre se aprovechar mucho, y de venir 

en poco tiempo en conoscimiento de la verdad. De ahí a ocho 

días que Angeró llegó a Malaca, partí para la India, y holgara 

mucho que viniera este japón en la nao en que yo venía; mas 

por el conoscimiento que tenía con otros portugueses que venían 

a la India, no le pareció bien dejar la compañía, de la cual tenía 

recebidas muchas honras y amistades. Espero en Cochín por él 

de aquí a 10 días. 

17.

 Pregunté a Angeró, si yo fuese con él a su tierra, si se 

harían cristianos los de Japón. Respondióme que los de su tierra no se harían 

cristianos luego, diciéndome que primero me 

harían muchas preguntas, y verían lo que les respondía y lo que 

yo entendía, y sobre todo si vivía conforme a lo que hablaba; 

y si hiciese dos cosas, hablar bien y satisfacer a sus preguntas, y 

vivir sin que me hallasen en qué me reprender, que en medio 

año, después que tuviesen experiencia de mí, el rey y la gente 

noble, y toda otra gente de discreción se harían cristianos, dicien

do que ellos no son gentes que se rigen sino por razón. 

18.

 A un mercader portugués, amigo mío, que estuvo en 

Japón muchos días en la tierra de Angeró, le rogué que me 

diese por escrito alguna información de aquella tierra y de la 

gente de ella, de lo que había visto y oído a personas que le 

parecía que hablaban verdad. El me dio esta información tan 

menuda por escrito, la cual os envío con esta carta mía. Todos 

los mercaderes portugueses que vienen de Japón, me dicen que, 

si yo allá fuese, haría mucho servicio a Dios nuestro Señor, más 

que con los gentiles de la India, por ser gente de mucha razón. 

Paréceme, por lo que voy sintiendo dentro en mi ánima, que yo, 

o alguno de la Compañía, antes de dos años iremos a Japón, 

aunque sea viaje de muchos peligros, así de tormentas grandes 

y de ladrones chinos que andan por aquel mar a hurtar, donde 

se pierden muchos navios. 

19

 Por tanto rogad a Dios nuestro Señor, carísimos padres 

y hermanos, por los que allá fueren, porque es una navegación 

donde muchos navegantes se pierden. En este tiempo Angeró 

aprenderá más la lengua portuguesa, y verá la India y los portu

gueses que en ella hay, y nuestra arte y modo de vivir; y en este 

tiempo catequizarlo hemos, y sacaremos toda la doctrina cristiana 

en lengua de Japón, con una declaración sobre los artículos de 

la fe, que trata la historia del advenimiento de Jesucristo nuestro 

Señor copiosamente, porque Angeró sabe muy bien escribir letra 

de Japón. 

20.

 Ocho días ha que llegué en la India, y hasta agora no 

me he visto con los padres de la Compañía, y por esta razón 

no escribo de ellos ni del fruto que en estas partes tienen hecho 

después que llegaron. Paréceme que ellos os escriben largamente. 

En este viaje de Malaca para la India pasamos muchos pe

ligros de grandes tormentas, tres días con tres noches, mayores 

de los que nunca me vi en la mar. Muchos fueron los que llora

ron en vida sus muertes, con prometimientos grandes de jamás 

navegar, si Dios nuestro Señor de ésta los librase. Todo lo que 

pudimos echar en el mar, echamos por salvar las vidas. 

21.

 Estando en la mayor fuerza de la tormenta, me enco

mendé a Dios nuestro Señor, comenzando de tomar primero por 

valedores en la tierra todos los de la bendita Compañía de Jesús 

con todos los devotos de ella; y con tanto favor y ayuda, entre

gúeme todo en las devotísimas oraciones de la esposa de Jesu

cristo, que es la santa madre Iglesia, la cual delante de su esposo 

Jesucristo, estando en la tierra, es continuadamente oída en el 

cielo. No me descuidé de tomar por valedores todos los santos 

de la gloria del paraíso, comenzando primero por aquellos que 

en esta vida fueron de la santa Compañía de Jesús, tomando pri

meramente por valedora la beata ánima del padre Fabro, con 

todas las demás que en vida fueron de la Compañía. Nunca 

podría acabar de escrebir las consolaciones que recibo, cuando 

por los de la Compañía, así de los que viven como de los que 

reinan en el cielo, me encomiendo a Dios nuestro Señor. Entre

gúeme, puesto en todo peligro, a todos los ángeles, procediendo 

por las nueve órdenes de ellos, y juntamente a todos los patriar

cas, profetas, apóstoles, evangelistas, mártires, confesores, vírge

nes, con todos los santos del cielo; y para más firmeza de poder 

alcanzar perdón de mis infinitísimos pecados, tomé por valedora 

a la gloriosa Virgen nuestra Señora, pues en el cielo donde está, 

todo lo que a Dios nuestro Señor pide le otorga. Y finalmente, 

puesta toda mi esperanza en los infinitísimos merecimientos de 

la muerte y pasión de Jesucristo nuestro Redentor y Señor, con 

todos estos favores y ayudas hálleme tan consolado en esta tor

menta, tal vez más de lo que fui después de ser libre de ella. 

Hallar un grandísimo pecador lágrimas de placer y consolación 

en tanta tribulación, para mí, cuando me acuerdo, es una muy 

grande confusión; y así rogaba a Dios nuestro Señor en esta 

tormenta que, si de ésta me librase, no fuese sino para entrar en 

otras tan grandes o mayores, que fuesen de mayor servicio suyo. 

Muchas veces Dios nuestro Señor me tiene dado a sentir den

tro en mi ánima, de cuántos peligros corporales y espirituales 

trabajos me tiene guardado por los devotos y continuos sacrificios 

y oraciones de todos aquellos que debajo de la bendita Compañía 

de Jesús militan, y de los que están agora en la gloria con mucho 

triunfo, los cuales en vida militaron y fueron de la dicha Com

pañía. Esta cuenta os doy, carísimos en Cristo padres y herma

nos, de lo mucho que os debo, para que me ayudéis a pagar todos, 

lo que yo solo ni a Dios ni a vosotros puedo. 

22.

 Cuando comienzo a hablar en esta santa Compañía de 

Jesús, no sé salir de tan deleitosa comunicación, ni sé acabar de 

escribir. Mas veo que me es forzado acabar, sin tener voluntad 

ni hallar fin para ello, por la prisa que tienen las naos. No sé 

con qué mejor acabe de escribir que confesando a todos los de la 

Compañía, que si alguna vez me olvidare de la Compañía del 

nombre de Jesús, sea entregada al olvido mi diestra, pues por 

tantas vías tengo conoscido lo mucho que debo a todos los de la 

Compañía. Hízome Dios nuestro Señor tanta merced por vuestros 

merecimientos, de darme, conforme a esta pobre capacidad mía, 

conoscimiento de la deuda que a la santa Compañía debo; no 

digo de toda, porque en mí no hay virtud, ni tanto talento, para 

igual conoscimiento de deuda tan crescida; mas para evitar en 

alguna manera pecado de ingratitud, hay, por la misericordia de 

Dios nuestro Señor, algún conoscimiento, aunque poco. Así ceso 

rogando a Dios nuestro Señor, que, pues nos juntó en su santa 

Compañía en esta tan trabajosa vida por su santa misericordia, 


23.

 Y para que sepáis cuan apartados corporalmente estamos 

unos de otros, es que, cuando en virtud de la santa obediencia 

nos mandáis de Roma a los que estamos en Maluco, o a los que 

fuéremos a Japón, no podéis tener respuesta de lo que nos man

dáis en menos de tres años y 9 meses: y para que sepáis que es 

así como digo, os doy la razón. Cuando de Roma nos escribís a 

la India, antes que recibamos vuestras cartas en la India, se pasan 

ocho meses; y después que recebimos vuestras cartas, antes que 

de la India partan los navios para Maluco, se pasan ocho meses 

esperando tiempo: y la nao que parte de la India para Maluco, 

en ir y tornar a la India, pone veinte y un mes, y esto con muy 

buenos tiempos; y de la India antes que vaya la respuesta a Ro

ma, se pasan ocho meses: y esto se entiende cuando navegan 

con muy buenos tiempos, porque, a acontecer algún contraste, 

alargan el viaje muchas veces más de un año 70. 

De Cochin, a 20 de enero de 1548. 

Mínimo siervo de los siervos de la Compañía del nombre de 

Jesús. 

FRANCISCO. 






Ilustración: Gerard van Honthorst

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