sábado, 5 de julio de 2025

Sobre el universo infinito y los mundos (Giordano Bruno)







Si yo, ilustrísimo caballero, condujese el arado, apacentase un 

rebaño, cultivase un huerto, remendase un vestido, nadie me mira- 

ría, pocos me tendrían en cuenta, raros serían los que me repren- 

diesen, y fácilmente podría complacer a todos. Mas, por ser deli- 

neador del campo de la naturaleza, preocupado del pasto del al- 

ma, ansioso de la cultura de la mente y artesano experto en los 

hábitos del entendimiento, he aquí que quien es mirado me ame- 

naza, quien es observado me asalta, quien es alcanzado me 

muerde, quien es comprendido me devora. No es uno, no son 

pocos; son muchos, son casi todos. Si queréis saber cómo ocurre 

esto, os diré que la causa es la generalidad de la gente que me 

disgusta, el vulgo que odio, la muchedumbre que no me agrada, y 

una cosa que me tiene enamorado: aquella por la cual soy libre en 

la esclavitud, alegre en la pena, rico en la necesidad y vivo en la 

muerte; aquella por la cual no envidio a quienes son siervos en la 

libertad, sienten pena en el placer, son pobres en la riqueza y es- 

tán muertos en la vida, pues tienen en el cuerpo una cadena que 

los constriñe, en el espíritu un infierno que los abate, en el alma un 

error que los enferma, en la mente un letargo que los mata; no 

habiendo magnanimidad que los libre, ni longanimidad que los 

levante, ni esplendor que los ilustre, ni ciencia que los reviva. Ocu- 

rre, por eso, que yo no vuelvo atrás, cansado el pie del arduo ca- 

mino; ni, desganado, sustraigo los brazos a la obra que se presen- 

ta; ni, desesperado, vuelvo las espaldas al enemigo que me ataca; 

ni, deslumbrado, aparto los ojos del divino objeto, mientras siento 

que la mayoría me considera un sofista, más deseoso de mostrar- 

se sutil que de ser veraz; un ambicioso, que se preocupa más por 

suscitar una nueva y falsa secta que por confirmar la antigua y 

verdadera; un engañador, que se procura el resplandor de la glo- 

ria, echando por delante las tinieblas de los errores; un espíritu 

inquieto, que subvierte los edificios de la brava disciplina y se con- 

vierte en constructor de máquinas de perversidad. Así, Señor, los 

santos númenes alejen de mí a todos los que injustamente me 

odian, así me sea siempre propicio mi Dios, así me sean favora- 

bles todos los que gobiernan este mundo, así los astros me ade- 

cúen la semilla al campo y el campo a la semilla”, de modo que 

aparezca al mundo útil y glorioso el fruto de mi trabajo, despertan- 

do el espíritu y abriendo el sentido a quienes están privados de 

luz, pues yo, muy ciertamente, no simulo y, si yerro, no creo, en 

verdad, errar, y cuando hablo y escribo, no discuto por amor a la 

victoria en sí misma (porque considero enemiga de Dios, vilísima y 

sin ápice de honor toda victoria en que no hay verdad), sino que 

por amor de la verdadera sabiduría y por deseo de la verdadera 

contemplación me fatigo, torturo y atormento. Esto lo han de poner 

de manifiesto los argumentos demostrativos que dependen de 

vividas razones y derivan de sentidos sujetos a regla, los cuales 

son informados por especies no falsas que, como veraces emba- 

jadores, se desprenden de los objetos de la naturaleza, hacién- 

dose presentes a quienes los buscan, abiertos a quienes los re- 

quieren, claros a quienes los aprehenden, ciertos a quienes los 

comprenden. Ahora, he aquí que os presento mi contemplación en 

torno al infinito universo y los mundos innumerables. 







Ilustración: Gianni de Conno

No hay comentarios:

Margaritas (Fredric Brown)

El doctor Michaelson estaba enseñando a su mujer, cuyo nombre era señora Michaelson, su combinación de laboratorio e invernadero. Era la pri...