Es necesario enfatizar que el mejor Faulkner no se preocupa por el sentido abstracto de las ideas. Sus poreocupaciones no son intelectuales sino morales; lo que ofrece no es filosofía sino sabiduría. Pero a la vez sus declaraciones píublicas no se encuentran divorciadas de sus logros literarios. El discurso del Premio Nobel ha sido considerado una declaración post-hoc, un esfuerzo del novelista por igualar en palabras la magnificencia de la ocasión. Más apropiado sería considerarlo como una destilación, necesariamente envuelta en términos abstractos, de las declaraciones y los juicios morales que se encontraban implícitos en su obra desde el cominezo mismo. Como le escribió a Warren Beck en 1941: "Todo este tiempo he estado escribiendo sobre el honor, la verdad, la piedad, la consideración, la capacidad de resistir el dolor y el infortunio, así como la injusticia, y luego volver a resisitir...". Al igual que la gente de Oxford, muchos de los críticos no han comprendido que, en palabras de Mac Reed, él era "su mejor am igo, que estuvo tratando de mostrarles una de las formas de apreciar mejor la vida".
Sin embargo, el defecto básico de muchos críticos, y el que subyace a muchas interpretaciones de la obra, es la continua subestimación de Faulkner como artista. El argumento contra el novelista fue desarrollado por Wyndham Lewis en su libro Men without art, publicado en 1934. En capítulo subtitulado "El moralista de la mazorca de maíz" Lewis ataca al novelista por su presentación de personajes "dementes", critiando ferozmente su estilo, lo acusa de inyectar efectos poéticos para salvar las partes opacas de su prosa, e insiste en que la repetición de palabras como "miríada" y "sinfuente" no es intencional sino una mera demostración "de la naturaleza de esta descuidada y redundante máquina artística". Los críticos que en los años siguientes se hicieron eco de los comentarios de Lewis lo han hecho sin su brillo, con menos justificación, y repitiendo casi todas sus equivocaciones. Mientras tanto el reducido pero distinguido cuerpo de críticos faulknerianos serios ha ido revelando los intrincados esquemas estructurales ew imaginativos que operan en el seno de las novelas, y mostrando que la elaboración del estilo, con sus repeticiones y ornamentor retóricos, posee una relación orgánica con el material de las novelas y con sus temas emocionales y morales. La tendencia general de estos últimos críticos ha sido demostrar que Faulkner es un artista intencional, consciente y altamente sofisticado que, aunque no siempre exitoso, nunca dejó de comprender su propia obra y en todo momento controló su material, el trazo de sus personajes, su estructura y su estilo.
Ilustación. Edward Hopper
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